El programa Renacer Agrícola de Puerto Rico es la esperanza del jíbaro puertorriqueño -el ganadero, el pescador, el apicultor- que ha sido azotado por Irma, María, las plagas, los temblores, Isaías, la pandemia, el cierre de escuelas y restaurantes, la eliminación de incentivos salariales, la reducción de beneficios y la falta de mano de obra diestra y disponible. Por si fuera poco, vive la precariedad de un sistema que mira con menosprecio su ardua labor. No obstante, ese es el jíbaro que se enrolla las mangas y que anhela ver florecer sus fincas, con la ilusión de un nuevo amanecer para la agricultura puertorriqueña.
Soy nieta de un agricultor; llevo el campo, el café, el plátano y las viandas en mi ADN. Tuve la oportunidad de estudiar, ese privilegio que me dio el sudor de mi viejo que a duras penas sabe leer y escribir, pero que pone todo su esfuerzo en la ardua tarea de mantener vivos los campos de Camuy.
La oportunidad que provee la inversión de fondos federales del Programa CDBG-DR “Regrow PR” es única. Es la opción de dejar un legado en nuestra nación. Hay una generación agrícola, una industria, un pueblo, que necesitan ver expandir la producción de sus fincas y la revitalización de su economía. Además, sufrimos todos los días las consecuencias de que cerca del 90% de nuestros alimentos sean importados.
Paralelamente, vivimos la inseguridad de un mercado volátil en una isla incapaz de proteger uno de sus activos más preciados: la sostenibilidad alimentaria de su gente.
Para mantener la confianza de los participantes en el proceso, es imprescindible la transparencia y la equidad en la evaluación de las solicitudes. Necesitamos estabilidad y razonabilidad en la implementación de los requisitos. Por otro lado, los fondos deben estar disponibles para que todo aquel que los necesite, pueda solicitarlos, con los medios que hay disponibles. Puerto Rico y nuestros agricultores urgen la mejor utilización de los fondos disponibles, para que tengan un impacto real en nuestras comunidades. Necesitamos una política pública dirigida a fortalecer la cadena de producción y distribución de alimentos.
Conjuntamente, será crucial el que podamos subvencionar el surgimiento de nuevos productores, distribuidores y desarrolladores de alimentos.
Esta oportunidad, al igual que la enorme inversión del gobierno federal en la recuperación económica de Puerto Rico, tiene que redundar en un nuevo amanecer para la oscuridad y la desesperanza que inunda a nuestra gente, a nuestros agricultores. Esa es nuestra responsabilidad y compromiso: asegurar la transparencia en el proceso. Nos queda una oportunidad que como país no debemos desaprovechar.
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